El 9 de febrero me despertó un dolor en la parte baja de la espalda a las 3:00 am. Traté de ignorarlo y regresé a dormir. En la mañana seguía ahí, y estuvo presente por el resto del día. Algo dentro de mí me hizo pensar que ese sería el gran día, pero no quise decir nada para no crear más expectativas en la gente, que desde que anuncié que tenía 1 cm. de dilatación una semana antes, preguntaba cada 5 minutos si ya casi nacía mi bebé.
Por la tarde fuimos a ver un juego de futbol en un nuevo restaurante llamado El Granero, que
era tipo cabaña tipo rancho, muy acogedora y perfecta para el clima súper frío
de esa tarde. Estábamos con la familia de Isauro, mis suegros, mi cuñada
Michelle, su novio Pato y su niño más pequeño Ferrán. A pesar de que el dolor en la espalda y
cadera se fue intensificando durante el juego, me tomé dos micheladas y me comí
tantos tacos de borrego que perdí la cuenta. Me sentía muy relajada y tranquila.
Casi por terminar el juego me
empezaron a dar contracciones, solo que eso no me sorprendió porque llevaba
tres semanas con contracciones cada noche. Pero estas eran un poquito más
fuertes. Yo traté de disimularlas enfrente de la familia de Isauro, porque no
quería que fuera otra falsa alarma e ilusionar a todos de oquis. Faltando diez
minutos salí del restaurante para alcanzar a Isauro que estaba fumando afuera,
y le dije que ya me estaban dando muy fuertes, como tipo toques por dentro, y
que el dolor en la espalda y cadera se intensificaba como cólicos. Terminó el
juego, nos despedimos rápidamente y nos subimos al pick up,
donde empecé a sentir contracciones cada vez más dolorosas. Aun así paramos en
el 7/11 por un mini frappé y unos M&Ms, ya que el dulce induce el parto y yo
quería aprovechar que me consintieran mis antojos hasta el último momento.
Llegando a la casa traté de
anotar la duración e intervalo de las contracciones. Eran muy seguidas: 7:52,
7:54, 7:57, 8:07, 8:14, 8:16, 8:19, 8:28, 8:36, 8:38, 8:41, 8:45, 8:49, 8:52,
8:54. Ya llevaba una hora sin parar así que le llamé a Georgina, mi doula, y le
expliqué todo. Me preguntó “¿lo que quieres saber es si estás en labor de
parto?” y le dije que sí. Me dijo que lo más probable era que sí, pero que nos
sugería a Isauro y a mi hacer el amor y que después yo me tomara un baño de
agua caliente y después le volviera a llamar a ella a ver qué tal. “Si ya estás
en labor de parto, que es lo más probable, eso lo va a acelerar, y si no, al
menos dormirás relajada”. Así que le hicimos caso, lo cual fue muy bonito ya
que el parto es un acto de amor que deriva de un acto de amor previo. Después
me metí a bañar con agua caliente y en la regadera sentí tres contracciones muy
fuertes. Tal como Georgina había sugerido, aproveché ese baño para acariciar mi
panza y hablar con mi bebé, le di las gracias por el tiempo compartido juntos y
por todo lo que me había enseñado y le
dije que estaba lista para recibirlo, fue un momento íntimo entre los dos. Salí
de bañarme y me acosté en la cama, Isauro estaba conmigo abrazándome. De
repente las contracciones se hicieron muy seguidas y mucho más fuertes. Isauro
las anotó: 9:49, 9:50, 9:51 “¡ya llámale a Georgina por favor!”. Le llamó y le
trató de explicar, pero ella quiso escucharme a mí. Solo de escuchar mis
sonidos cuando me daban las contracciones, supo qué paso seguir “Que Isauro
prepare el té de chocolate y vayan metiendo todo tranquilamente al carro,
llámenle al Dr. Cárdenas y díganle que van rumbo al hospital, yo me voy a ir de
una vez e iré llenando la alberquita, los veo allá”. Sentí mucha emoción, en
verdad había llegado el día y por fin pasaría por esa experiencia única en la
que tanto había pensado, para la cual me había preparado y para la cual estaba
lista, el parto, y por fin conocería a mi bebé.
Isauro empezó a preparar el té
que Georgina nos había dado días antes, barras de chocolate, orégano y no sé
qué tantas especies. Yo trataba de cambiarme, me puse el traje de baño, pero apenas
podía porque cada minuto era otra contracción, me puse los calcetines, los
tenis, me dolía mucho. Le dije a Isauro que metiera la maleta, la
pañalera, la pelota de Pilates, el portabebés,
que metiera la fruta en un topper dentro de la hielera con mi comida, todo lo tenía previsto ya que todo
estaba cuidadosamente anotado en mi lista. Eran muchas cosas. Todavía tuve
tiempo de comerme una naranja en medio del caos. Yo tenía una foto de mi mamá
que es mi favorita y trataba de verla durante las contracciones para conectarme
con ella, pedirle que me diera fuerzas y que me acompañara en esta prueba.
Isauro tardaba una eternidad en
preparar el té y yo ya quería estar en el hospital, parecía que estaba
preparando una pócima mágica “¡ya deja el té ya vámonos!” le dije, pero él se
había tomado muy en serio las instrucciones de Georgina y no nos iríamos hasta
que estuviera listo. Le llamó a la Prim (mi prima Mariela) y le dijo que ya
íbamos para allá. Le llamó a mi papá y me lo trató de pasar, le hice señas de
que no, de que solo le dijera que ya se fuera viniendo desde Ensenada con mi
hermana, pero yo no podía ni hablar con nadie. Por fin estuvo listo el té y me
lo dio en un termo que me empecé a tomar mientras nos subimos al pickup. A
penas cabíamos con tanta cosa. Isauro iba manejando la mega troca y con cada
bache y tope yo sentía que me estaban matando, estaba segura de que iba a nacer
en el carro si no nos apurábamos, que ilusa.
El gran día había llegado...
Segunda parte: "Ella estaba en mi fuerza"
Llegamos al hospital a las 11:00 pm, tuvimos que timbrar porque no es un hospital muy grande y seríamos los únicos huéspedes esa noche. Subimos las escaleras y al llegar al segundo piso ahí estaba mi doula, Georgina, con sus ojos gentiles y su traje de enfermera. Sentí un gran alivio, estaba en buenas manos. Le dije que me dolía mucho. Me mostró nuestro espacio mientras Isauro bajaba todas las cosas del carro. Un cuarto con la alberquita, un pasillo, el baño con regadera, más pasillo, nuestro cuarto con dos camas. Luego luego notó la foto que yo traía en mi mano y le dije que era mi mamá. Luego luego entendió la importancia y el significado de esa foto esa noche.
Cada contracción era muy fuerte y yo me sentía entumida, quería hacerme bolita o apretar todo mi cuerpo. Georgina me decía que hiciera círculos con mi cadera pero era muy difícil. Isauro trajo la bendita pelota de Pilates que tanto me había servido para mis contracciones las tres últimas semanas. Sin embargo tan solo agacharme para tratar de sentarme en la pelota dolía mucho. No tenía el mismo efecto que antes, las contracciones eran muy fuertes. Georgina me preguntó “¿no quieres considerar la epidural?” y para mi sorpresa le respondí firmemente que no, porque sentía dolor pero no sentía que estuviera fuera de control, sentía que podía con él. No, no quería la epidural, no quería intervenciones, sentía firmemente que mi parto debía ser natural tal como en los artículos que había leído y todo lo que había investigado. Era hora de llevarlo a la práctica y claro que sí podía.
En eso llegaron al hospital mi prima y mis suegros, yo no los vi, pero Georgina les pidió que mejor regresaran en la mañana pues no tenía caso que esperaran afuera y la noche sería larga. También Isauro le llamó a mi papá y le dijo que mejor le avisaríamos cuando ya hubiera nacido. Estábamos solos y así lo quería yo.
Esperamos un poco en lo que llegaba el Dr. Cárdenas para revisar cuántos centímetros de dilatación tenía. Por fin llegó y me acosté en la cama para que me hiciera un tacto, cosa que para nada me gusta además de que había leído que no son necesarios y que no son muy buenos ya que a veces hacen que se pare la labor de parto, pero Georgina estaba de acuerdo y eso me daba confianza. El Dr. Cárdenas nos anunció que llevaba 3 cm de dilatación. ¿¡3 cm.¡? ¿Tanto dolor eran solo 3 cm.? Yo en serio creía que serían al menos 7, que ya casi estaba ahí. Dije, si esto son 3 cm, ¿qué me espera? Pero tenía presente algo que me había dicho el Dr. Cárdenas unos días antes. “Cuando la labor de parto empieza, ya no para”. (Aunque eso no es totalmente cierto). Pero el mensaje era, no hay marcha atrás. Se siente un dolor tan fuerte porque tu cuerpo se está abriendo, pero en vez de frenarlo quieres llevarlo a las últimas consecuencias, porque solo va a parar cuando alcance su clímax, que son los 10 cm. y es cuando ves a tu bebé. Funciona diferente que otros dolores, quieres hacer todo para acelerarlo, para que siga su curso.
El doctor escuchó el ritmo cardiaco del bebé y Georgina le hizo notar que aún no se me rompía la fuente, para lo cual le sugirió “¿le hacemos una rajadita?” palabras que me hicieron brincar “¿rajadita?” dije luego luego. “Sí” me dijo Georgina, “podemos hacer una pequeña cortadita para que se rompa la fuente y se acelere el proceso”, “¿pero eso no es malo?” le dije, y vio mi cara de preocupación y disgusto por lo cual entendió que yo no quería y no lo volvió a sugerir. En adelante de vez en cuando me decía que concentrara mis energías en romper la fuente, que pujara con esa intención.
De ahí me llevó al cuarto donde estaba la alberca y me dijo que me sentara en un banquito y que me agarrara de unos tubos durante las contracciones. Me puso la foto de mi mamá en frente para que la estuviera viendo. Cada contracción yo me agarraba muy fuerte de los tubos, y era soportable.
Entonces me dieron ganas de ir al baño. Georgina me dijo que fuera al baño y pujara todo lo que quisiera Ahí me senté y pujé y pujé, hasta que empezó a salirme el tapón mucoso famoso, señal de que íbamos avanzando.
Después me preguntó si no me quería meter a la regadera y eso mismo hice. Duré como una hora en la regadera con agua hirviendo, como me gusta, y fue la parte más placentera del parto. No necesitaba ninguna epidural si tenía un chorro de agua caliente que me caía en la espalda baja y me aliviaba por completo. Sentía contracción tras contracción aliviada con el agua caliente. Georgina se asomaba de vez en cuando hasta que me dijo que iba a meter la pelota de Pilates a la regadera. Yo no quería cambiar de posición, pero sabía que teníamos que seguir hacia adelante, para lograr la dilatación, para que naciera mi bebito. Me senté en la pelota con el chorro de agua en mi espalda baja, me agarré fuerte de un tubo que había en la regadera y Georgina trajo de nuevo la foto de mi mamá, la pegó en la puerta de vidrio de la regadera a la altura de mis ojos, y yo veía sus ojos y eso me hacía más fuerte. También un rato se asomó Isauro y me dijo “¿cómo estás lechón?”, y me sobó la espalda. Me hacían tomar el té de chocolate y también pedí agua y me la trajeron. Cada contracción yo brincaba en la pelota, trataba de moverme, hacer círculos con la cadera. A veces gritaba de dolor y Georgina me decía que no gastara mis energías en gritar, si no en respirar, respirar hondo y tranquilo. Y yo hacía lo que ella me decía y me acordaba de las clases de yoga y me controlaba. A veces lo olvidaba y volvía a gritar. Por fin llegó la hora de salir de la regadera. Me hubiera gustado quedarme ahí dentro pero había que continuar.
Le dije a Georgina que ya me quería meter a la alberca pero me dijo que debía de tener al menos 5 cm. y que no quería que el doctor me estuviera haciendo tactos, que mejor esperáramos un poco más. Ella calculó que a las 8 de la mañana nacería. Era aproximadamente la 1 de la mañana, faltaba mucho.
Regresamos al cuarto y seguimos en la pelota, dando vueltas y brincando en cada contracción, por ese momento ya no se sentían tan fuertes las contracciones. Isauro estaba a mi lado en una silla y me daba masajes en la espalda, y me daba besos, y me susurraba no sé qué. Estaba conmigo. Georgina le enseñó cómo darme masaje y los dos me aliviaban. También recuerdo escuchar la música en el fondo. Era música que habíamos preparado para ese día.
En eso Georgina le dijo a Isauro que bajara y fuera a la esquina por unos tacos para ella. Se fue por mucho mucho tiempo, yo sentí que fue como una hora. Pero Georgina me acompañó, y yo le dije “Georgina ¿te puedo platicar algo?” y ella me escuchó con atención “desde que empecé con los cursos psicoprofilácticos me entró la duda de porqué yo nací por cesárea, pero ya no está mi mamá para preguntarle. Entonces tenía la idea de preguntarle a mi tío Mario, que es el doctor que atendió a mi mamá y era tío de ella, pero ya no pude porque justo hace dos semanas murió mi tío Mario. Y ahora las dos personas que me vieron nacer no están y ya no les pude preguntar por qué nací por cesárea”- “¿Y tu papá no sabe?”- “No, no sabe”. No había mucho que decir, ella no tenía la respuesta obviamente, pero yo sentí la necesidad de decirle, porque es la duda que estaba en mi cabeza en ese momento, y ella es una acompañante y guía a nivel físico y espiritual, y sentí necesario que supiera lo que me pasaba en todo sentido.
Regresó Isauro, nos dijo que se había comido los tacos y que le había pedido unos a Georgina. Ella le pidió que se quedara conmigo y se fue al cuarto de al lado a comer. Me quedé un buen rato con Isauro. Todo era soportable, vivimos cada contracción de la mano, juntos. Lo sentí conmigo, era nuestro parto.
De repente empezaron a ser cada vez más fuertes y le pedí a Isauro que le llamara a Georgina. Le dije que quería cambiar de posición y me acosté boca abajo en la cama, con unas almohadas abajo, y esa era la posición correcta en ese momento. Era verdad que el instinto te va diciendo como moverte. Mi posición era parecida a la postura de adoración del yoga. Otra vez sentía ganas de gritar, eran muy fuertes. Georgina me daba unos masajes en la espalda baja que me aliviaban muy rico, ahí confirmé que no necesitaba la epidural si tenía esos masajes tan efectivos. Después de un largo rato así, me empezó a dar mucho mucho frío y empecé sudar, fue como si tuviera calentura. Me acostaron boca arriba y me taparon con muchas cobijas. Isauro me daba la mano. Entonces le hice a Georgina mi confesión # 2. “Hace unos meses una de mis mejores amigas de toda la vida soñó con mi mamá. Soñó que llegaba a mi casa y no había nadie y que entraba al cuarto y estaba mi mamá vestida de blanco, entonces corrió a abrazarla y ella se veía muy bien y mi amiga le preguntó que si qué mensaje tenía para mí, y mi mamá le dijo que ella estaba en mi fuerza. Mi amiga lo interpretó como que ella estaría dándome fuerzas a la hora del parto”. Y así fue. Durante todo el parto sentí una calma y una fortaleza ya que estaba segura de que ella estaba conmigo, éramos una. En esos momentos sentía tanto frío y cansancio que ya no podía moverme. Georgina me dijo que eso era bueno, que ya estábamos en la etapa de transición. En verdad sí se sentía como una transición, hacia otro estado físico, mental, espiritual.
Tercera Parte: "Desde el corazón"
Yo pedí meterme a la alberca y Georgina me dijo que estaban tratando de calentar el agua y que el Dr. Cárdenas venía en camino para hacerme el tacto. En eso aprovechando que yo me volteé boca abajo, Georgina vio la línea púrpura que se me dibujaba desde atrás, y se la mostró a Isauro, señal de que ya estaba dilatando bastante. Yo agradecí haber leído unos días antes sobre la línea púrpura y así entender de qué hablaban. El Dr. llegó y escuchó el ritmo cardiaco del bebé, y se escuchaba bien, me dio un gusto enorme y pensé “ya falta poco bebé, trabaja conmigo que ya falta muy poco”. Me hizo otro tacto y determinó que tenía 8 cm. de dilatación y 100% de borramiento. Eso sonaba muy bien, y me dijeron que eran las 2 am, por lo cual todo iba fluyendo rápidamente.
Como ya había pasado de los 5 cm., pedí que por fin me metieran a la alberca para poder vivir la famosa experiencia del parto en agua y que fuera como en los videos que había visto. Resultó que se había acabado el agua caliente, aparentemente por la hora que pasé en la regadera, y que no lograban que saliera caliente si no mediocremente tibia. No hay nada que yo odie más que el agua tibia o fría. A mí me gusta bañarme con agua hirviendo. Pues esperamos un rato y no llegaba el agua caliente. A mi mente regresaron las palabras “la labor de parto una vez que empieza ya no para”, dije “ya no hay marcha atrás” y no iba a dejar que eso arruinara el parto. Pensé que en todo caso lo tendría natural fuera del agua, pero sin dar marcha atrás. Me metí a la alberquita, que a penas y tenía un tercio de lo que debía tener de agua, por lo mismo, y el agua se sentía fría. Aun así me metí. La calefacción estaba a todo lo que da en el cuarto pero yo tenía muchísimo frío. Georgina le dijo a Isauro que se fuera a recostar un rato al cuarto. A pesar de la temperatura las contracciones en el agua se sentían diferentes, porque flotabas, entonces no se sentía tanta presión. Sentía que estaba toda rodeada por agua y que eso amortiguaba el dolor. Me puse de cuclillas, me acosté, cambié a muchas posiciones experimentando este nuevo medio acuático. Yo pensaba que el agua caliente llegaría pronto, pero poco a poco tuve que resignarme. En eso elegí una posición acostada, y empecé a sentir una gran necesidad de pujar, así que empecé a pujar, pujar, pujar con todas mis fuerzas. Georgina de nuevo trajo la foto de mi mamá y la pegó a un lado de la alberquita para que yo pudiera verla.
En un momento me quedé sola y seguí pujando con los ojos cerrados, cuando de repente algo explotó o se reventó y el agua de la alberquita se puso amarillenta. Me súper asusté. Le grité a Georgina y me explicó que se me acababa de reventar la fuente, a penas. Pero le preocupaba el color del agua, me dijo que posiblemente el bebé hubiera evacuado dentro de mí. Eso me alarmó porque yo había escuchado de mujeres que requirieron una cesárea por ese motivo. Pero traté de permanecer enfocada en lo mío, pujar.
Georgina empezó a sacar el agua y poner agua nueva para limpiarla, y empezó a salir un poco más caliente por una manguerita que yo me puse en la panza para sentir el agua caliente directamente. Aun así no fue suficiente y se llenó solo un tercio la alberca. Georgina me decía que me pusiera en cuclillas y pujara, pero mi instinto me decía que permaneciera adentro del agua por el frío. En eso llegó el doctor y revisó con un espejo y creo que hizo otro tacto y nos dijo que no había de qué preocuparse, que el bebé no había evacuado, aunque no recuerdo qué explicación dio. También nos dijo que el bebé ya había bajado por el canal de parto y estaba por salir pero que se había topado con un bordecito y no lo podía pasar. Georgina me dijo que concentrara todas mis energías en pedirle al bebé que pasara el bordecito, que así como concentré todas mis energías en romper la fuente, que hiciera lo mismo y le pidiera a mi bebé que pasara el bordecito. También me dijo que el bebé iba a pasar ese obstáculo con la ayuda de su abuela Ada, y me señaló de nuevo la foto de mi mamá.
Georgina le llamó a Isauro, quien se incorporó de nuevo al parto y se metió conmigo a la alberca. De inmediato notó que el agua estaba muy fría. En cambio yo ya casi me acostumbraba o resignaba. Se puso detrás de mí y me echaba agua en la espalda con un recipiente. A veces también me sobaba. Como no me pusieron ningún tipo de suero, me daban a tomar soda y un frappé, además del té de chocolate y mucha agua. Durante todo el parto estuve tomando líquidos. Yo había preparado toda una hielera con frutas, galletas, etc., pero todo se lo comieron Georgina e Isauro, lo cual estuvo bien ya que ambos estuvieron muy activos todo el tiempo. Pero sí tomé mucha agua y frappé, y eso me hizo tener muchísima energía y también al bebé.
De repente me volvieron las enormes ganas de pujar con todas mis fuerzas y Georgina le dijo a Isauro que me detuviera las piernas. Yo veía la foto de mi mamá y le pedía que me diera fuerzas para superar el último jalón. Cerraba los ojos y pujaba con todas mis fuerzas. Georgina me decía que pujara desde el corazón. Yo trataba de recordar cómo pujábamos en las clases de yoga, y a veces sí lo hacía bien, tranquila. A veces no. A veces me ganaba el dolor y gritaba o agitaba la respiración, pero Georgina me recordaba que pujara con el corazón y eso trataba de hacer. Me dijo que mi bebé estaba por nacer, que ya era lo último, que en un par de horas lo iba a ver. Yo pensaba que faltaban un par de minutos, no un par de horas. La palabra horas me sonaba a que faltaba todavía una eternidad. En realidad en ese punto el dolor era lo de menos, sentía todo totalmente dilatado y sentía que mi bebé y yo pasábamos una prueba de fuego y que mi trabajo era pujar. El dolor era tanto que ya ni se sentía, como cuando agarras un hielo y ya no sabes si está muy frío o muy caliente, era tanto que ya ni se sentía, o había cosas más importantes, como pujar. Cada vez que terminaba un pujido yo pensaba, que si el próximo lo hacía con más fuerzas, ya podía ser el último.
No sé en qué momento llegó la pediatra, pero ahí estaba sentada a un lado de Georgina y el doctor, todos frente a mí mientras yo pujaba, diciéndome que ya faltaba poco. Georgina me recordaba que la abuela Ada estaba con el bebé ayudándole a nacer. Cada pujido fue el más fuerte. Isauro estaba detrás de mí deteniéndome las piernas con todas sus fuerzas, porque mi fuerza era descomunal, y después supe que en una de esas le pegué una patada en la cara a la pobre Georgina, pero yo no lo recuerdo. Estaba muy concentrada pujando, y Georgina me decía que ya se veía la cabeza, que ya estaba coronando. Entonces definitivamente sabía que no había marcha atrás, que casi lo lograba, que era cuestión de pujar más fuerte.
Cada pujido estaba más concentrada, con los ojos cerrados poniendo todo mi corazón, hasta llegué a sentir que no estaba ahí, que no sentía dolor, que todo estaba en mi mente, en mi concentración, cerraba los ojos y veía la cara de mi mamá. Ya no había dolor, ya ni siquiera estaba ahí físicamente, solo veía a mi mamá y estábamos en otra parte, pero fue solo un instante.
En eso estaba cuando abrí los ojos y ya lo tenía el doctor en sus manos, lo vi por atrás, sus nalguitas, y vi la cara de Isauro cuando lo vio, él con lágrimas en los ojos y una gran sonrisa. Yo feliz pero sin fuerzas y con una especie de shock como a veces pasa en momentos tan trascendentales.
Después Georgina me contaría que en el momento que mi bebé salió de mí yo le ayudé a nacer con mis manos y casi lo tomé y se lo pasé al doctor, tampoco me acuerdo.
Nació Isauro Fernando, a las 4:35 am., pesó 3.600 kg y midió 53 cm. No lloró de inmediato, llegó más bien tranquilo. De inmediato extendí los brazos y lo tomé y me lo puse al pecho. Le cortaron el cordón umbilical y ahí permanecimos un minuto, Isauro, Fernando y yo, los tres juntos, contemplándonos sin poder creerlo.
No pudimos quedarnos en el agua mucho tiempo como en los videos, por lo frío del agua lo tuvieron que sacar luego luego y la pediatra lo revisó frente a nosotros. Isauro salió de la alberca a bañarse mientras yo expulsaba la placenta, lo cual tardó unos minutos. Después me ayudaron a salir y me metí a la regadera para bañarme. Me puse las pijamas y nos fuimos a nuestro cuarto. De inmediato yo empecé a pedir que nos trajeran a nuestro hijo al cuarto, ya que era parte del plan de parto y mucho había leído sobre la importancia de no separarse del bebé. Le estaban revisando las vías respiratorias pues temían que lo frío del agua le hubiera causado algún problema. Aun así yo quería verlo, no había podido ver bien su carita.
Georgina fue a decirle a la pediatra que me llevara al bebé para iniciar la lactancia de inmediato, ya que la Dra. Tagle es muy pro lactancia y estaría de acuerdo si fuera por ese motivo. Fueron solo unos minutos y por fin lo trajeron, ya cambiadito. Era hermoso, blanco, cabello ondulado, muy muy bonito, el bebé más bonito que había visto. Lo pusieron inmediatamente en mi pecho y se prendió como becerrito, pude amamantarlo inmediatamente. Después Isauro lo cargó y lo besó. Yo me enamoré de él inmediatamente. Así fue el nacimiento de Isauro Fernando.
Fue un parto 100% natural, no hubo epidural, ni medicamentos, ni sueros, no hubo episiotomía o ningún tipo de cortes. No hubo desgarres, no hubo problemas. Conté con la participación, apoyo y acompañamiento de Isauro. Conté con la guía de Georgina y con la fortaleza de mi mamá. Doy gracias porque Isauro Fernando nació sano y fuerte y por la dicha de al fin tenerlo en mis brazos.
¡Ya quiero leer la segunda parte! Me salio una lagrima mientras leía esto y le daba de comer a mi bebita.. me trajo recuerdos muy bellos.
ResponderEliminarGracias!! Yo ya quiero leer todo sobre cómo nació Little Dee :) besos!!
ResponderEliminarPincho pau... me tienes chillando..
ResponderEliminarQue hermosa mama, me imagino lo que sentira tu bebe el dia que pueda leer el estoi y recordar el gran viaje a la vida...
eres una hermosa