El mejor calzado para mi bebé

Mi bebé ya camina!

Hola mamis y papis alternativos, deseo estén muy bien.
El post que publicaré a continuación se trata de “que zapatos elegir cuando mi bebé empiece a caminar” decidí escribir sobre este tema porque mi bebé ya ha empezado a caminar y ha llegado muchísima información a mis oídos; que si ponle zapatos Mickeys, que si zapatos duros, que si zapatos blandos, que andar descalzo le hará su pie ancho, entre otras cosas…

Ayer por la tarde me puse a leer en distintas páginas webs y ver videos en dónde los expertos hablan sobre los mejores zapatos para los bebés en esta etapa de su desarrollo, lo primero que vi y que por cierto me ENCANTÓ fue esto:  “Lo ideal si están en casa es que no lleven zapatillas ni zapatos, que vayan descalzos (si es que no hace mucho frío), porque el pie está diseñado para ello (por eso tiene tantísimos huesos que permiten una adaptación al terreno) y porque como están aprendiendo, cuanta más sensibilidad tengan mejor” por otra parte; en todas las páginas que visité encontré que: necesita un zapato que proteja la planta del pie ya que el zapato es un medio de protección, no es un elemento que permita al niño caminar mejor o peor, por lo tanto, el zapato debe permitir que el pie se mueva lo más naturalmente posible. Preferentemente comprarle un zapato con suela más gruesa y blanda para que el movimiento natural del pie sea posible. En cuanto a la talla: debe de ser la adecuada para su edad, mínimamente grande para que le dure (al menos un pulgar).

Muchas personas me han dicho que le compre zapatos de botita porque dan mayor soporte al pie, inclusive así lo pensaba yo, sin embargo me encontré con una investigación en la cual descubrí que “si es bota o zapato alto, llega a impedir el movimiento natural del tobillo (articulación tibio-peroneo-astragalina). Al caminar debemos tener libre dicha articulación” (les recomiendo leer la investigación, pincha aquí para leerla), comentan que el soporte lo brinda la madurez corporal del bebé y que forzarlo o “ayudarle” con un zapato duro es sumamente incómodo para él. Además, señala que “para quien piense que el tobillo del niño de un año es débil y debe reforzarse, añadiré que aún le debilitaremos más si le acostumbramos a llevar un armazón que lo sujete: lo que mantiene la estabilidad del tobillo son en primer lugar los músculos y después los ligamentos. Estaremos en un error si por mantener intactos los ligamentos (que el niño no se tuerza el pie) lo que hacemos es anular la importante acción muscular, llevando un calzado que impide el movimiento” 
¿Qué tal eh? Interesante…

Por otra parte, algo que me sorprendió fue saber que los zapatos ortopédicos no sirven para NADA! ¿cómo la ven? Pueden ver el siguiente video:




Si te preocupa que tu bebé tenga pie plano, que tenga las piernas curveadas y que sus pies se vayan hacia adentro al caminar déjame decirte una cosa: ES COMPLETAMENTE NORMAL! Según los expertos el arco del pie comienza a formarse después de los 2 años y medio y que la curvatura o “piernas arqueadas” así como caminar con los pies hacia adentro también es natural… ningún “zapato ortopédico” va a “curar” a tu bebé y si se corrige o no es cuestión genética.
Me quedo muchísimo más tranquila y segura para elegir el calzado que utilizará Nicolás ahora que empieza a caminar.
Me despido de ustedes deseándoles tengan un excelente día y muy lindas vacaciones.

EN RESUMEN

CONSEJOS PARA COMPRAR UN CALZADO INFANTIL:
            -el zapato debe dejar libre la articulación del tobillo (subir y bajar el pie)
            -el zapato debe ser flexible. Debemos poder doblar la parte de delante de la suela fácilmente hacia arriba con la mano.
            -el tamaño del zapato debe ser lo bastante ancho y largo para que permita el movimiento de los dedos y que éstos no lleguen a tocar por delante el final del zapato por dentro. Dibujar y recortar en caso de duda el contorno del pie del niño en un cartón o papel y comprar luego un zapato en el que quepa bien esa silueta.
            -los materiales deben ser lo más naturales posible para que permitan la transpiración de los pies: piel, cuero, corcho, algodón (lona), etc.
            -el modelo más adecuado es un zapato que se adapte bien al pie, es decir con cordones o velcro en el empeine. Las chanclas, zuecos o marquesitas no son recomendables, entre otras cosas porque la percepción de que el zapato se sale a cada paso obliga a los dedos a un trabajo extra de “agarre” innecesario.

            Nota: a pesar de haber elegido un calzado correcto, no se debe olvidar que los zapatos y zapatillas son sólo para unas horas del día. En casa los pies deben estar todavía más libres: calcetín o similar sería suficiente para los más pequeños del hogar (solamente para mantener calientes los pies).

Con amor, Kachy <3


FUENTES


Historia de parto por mami invitada Brenda Gonzalez Quintero



Por mami invitada: Brenda Gonzalez Quintero

El escribir acerca del nacimiento de mis hijos lo siento como una responsabilidad hacia mis amigas que están en la espera de su primer bebé, hacia las mujeres de mi familia que ya tuvieron o apenas tendrán sus hijos, y hacia mí misma, para no olvidar nunca lo que es seguir mi propio instinto.

Hace 13 años exactamente nació mi primer hijo, Oscar. Yo apenas tenía 19 años y mi relación con el papá de mi bebé no era la mejor exactamente. Fueron tantas cosas pasando al mismo tiempo que nunca me detuve a pensar realmente lo que sucedía dentro de mi cuerpo y nada me preparó para lo que iba a suceder cuando a él se le ocurriera nacer.

Todo lo recuerdo como un sueño lejano, como si realmente no hubiera pasado. Iba a mis consultas, me hacía análisis, y pasaba los días entre la universidad, tareas, mi novio y la espera de que ya naciera. Nunca me preocupé por informarme acerca del parto, así que no sabía que esperar. Un día lunes, antes de ir a mis clases de inglés en la tarde, pasé a dejarle el resultado de mis análisis al doctor. Tenía 39 semanas y aunque el niño no se movía tanto, todo seguía normal, no tenía contracciones (ni siquiera las de Braxton-Hicks), ni nada que dijera que el niño ya iba a nacer, aun así el doctor me mandó al hospital. El niño ya estaba a término y si no tenía espacio para moverse no tenía caso seguir el embarazo. Así que allá fui, rumbo al hospital por recomendación de mi doctor que sabía lo que era mejor para mí y mi bebé, ¿no es así?

Cuando llegué no me preguntaron mucho, el doctor ya había llamado en lo que yo llegaba y les había dicho que hacer. Entré en un cuarto donde me pidieron que me quitara la ropa, me rasuraron, me hicieron tacto y todo sin preguntarme ni explicarme nada. Cuando llegaron los doctores (creo que aún eran estudiantes) me dijeron que me harían una cesárea.  Así nada más. Yo me quedé muy sorprendida y les pregunté por qué (error, ¿quién soy yo para preguntarle eso a un doctor?). El doctor me echó una mirada de molestia por mi pregunta y me dijo que el bebé ya no cabía, así que mejor lo sacaban de una vez. Yo le pregunté si era posible que me indujeran el parto pero respondió que sería muy largo y doloroso, que para que quería pasar por eso. Una cesárea sería más rápido y en 40 minutos ya tendría a mi bebé en brazos. La verdad es que yo no podía creerlo, estaba aterrada. Estaba sola, sin mi mamá, sin mi novio y no sabía que iba a pasar conmigo, sobre todo porque no era lo que yo quería y no sentía ningún apoyo de parte de los doctores. Finalmente les pregunté si podía irme a mi casa y esperar a que iniciaran las contracciones y tener a mi hijo de forma natural. El doctor me dijo que sí, pero que si el niño moría iba a ser por mi culpa, tendría que firmar unos papeles para deslindarlos a ellos y al hospital de cualquier responsabilidad. Pedí ver a mi familia, pero me dijeron que no (estuve en un hospital público) y que tomara una decisión pronto porque tenían muchas personas más que atender. Eso fue suficiente para aceptar la cesárea totalmente innecesaria, todo por la comodidad de los doctores. Que me dijeran que la vida de mi hijo corría peligro si esperaba a que naciera de manera natural, porque el cuerpo de la mujer no es apto para parir, debí de entender en esa ocasión.

Todo pasó rápido, y entre mi nuevo bebé y mis dramas personales, no le di importancia a lo que había pasado. El chiste era que mi bebé estaba sanito y en mis brazos, “haya nacido como haya nacido”.
Con el tiempo volví a la escuela, a mis clases de inglés, entré a trabajar y terminé mi relación con el papá de mi hijo, y el tiempo siguió su curso.  Una vez supe que era posible tener un parto vaginal después de cesárea (VBAC en inglés), aunque no tenía novio, me emocioné al pensar que tal vez yo pudiera si alguna vez volvía a tener otro bebé. Poco a poco empecé a leer y a buscar artículos en internet acerca del famoso VBAC. Incluso se lo mencioné a mi ginecólogo y me dijo que aunque si era posible, había muchas cosas en contra, me habló de desgarros, partos muy largos, dolorosos, bebés con sufrimiento fetal, en fin, una escena de horror prácticamente. 

Aun así, tenía la espinita enterrada en mi corazón, y aunque ya me había convertido en madre, quería sentirme una mujer completa, que a mi forma de sentir, el experimentar un parto real, era lo único que me faltaba.

El tiempo pasó y por fin conocí al hombre que hoy es mi esposo y juntos decidimos  unirnos como familia. Más que nunca sentí la necesidad de ser mamá a mi modo, me aferré a la idea como nunca a nada y lo más importante, mi esposo me apoyó incondicionalmente.

Cuando supimos que seríamos papás fue un momento muy emotivo y emocionante. Comenzamos a soñar y a hacer planes como toda pareja. Yo ya tenía a mi ginecólogo de hacía tiempo y aunque no le había mencionado mis locas intenciones de tener parto vaginal, yo asumí que eso le  cruzaría por la cabeza, por el tiempo transcurrido entre mi primer embarazo y este, que era de 10 años. Pero claro que no fue así, durante el ultrasonido a las 16 semanas me dijo: “bueno, todo está muy bien, entonces la cesárea te la haré así…”. A partir de allí ya no escuche lo que dijo. Le pregunté que por qué motivo tendría una cirugía, si acaso el bebé tenía una complicación o yo, o que pasaba. Y contesto que el motivo era únicamente la cesárea previa. Que no me preocupara, que todo sería muy rápido, fácil y como para mí.

Esa fue la última vez que fui con ese doctor.

Lamentablemente no encontré a nadie que me apoyara en ese momento, así que en vez de tener a mi bebé sola en mi casa (cosa que si me cruzó por la mente), decidí tenerlo en el seguro social, había escuchado que allí era muy común que dejaran prácticamente solas a las mujeres parir, incluso muchas tenían a sus bebés en las camillas y ellos ni en cuenta.

Después de firmar papeles deslindándolos de responsabilidades y reuniones con coordinadores, me dediqué a mantenerme saludable y no subir mucho de peso para el gran día. Visualicé tanto a mi bebé naciendo que no había más opciones, vendría al mundo a mi manera, mi Mateo, mi regalo de Dios.

Más de una semana antes el nacimiento de mi bebé tuve contracciones durante la noche, y al amanecer se me quitaban, lo que aumentaba mi ansiedad, pero decidí disfrutarlas y no luchar contra ellas. El martes 21 de junio tuve un desecho, el famoso tapón mucoso. Pensé que de allí todo sería cuestión de horas pero no, aún tendría que esperar varios días más.

El jueves 23 de junio tuve cita de revisión por la tarde. Seguía con un poco de contracciones pero fuera de ahí todo estaba tranquilo. Me dijeron que ya había comenzado a dilatar pero por mi cesárea previa no quisieron correr riesgo y me dejaron internada de una vez.
Al estar siendo atendida en un hospital público, se puede dar cuenta de la calidad de gente que se encuentra allí. Impacientes, sin sentido humano ni respeto de la privacidad y la vida de los pacientes que “cuidan”.

Debo decir que fui algo así como la estrella de la noche (para no decir la loca) que estaba en trabajo de parto después de una cesárea. Las enfermeras pasaban a mi lado y se detenían un poquito más adelante y escuchaba que decían “si, ella es”. Pero yo soy muy necia, y más me animaban a taparles la boca.
Cuando el médico en turno pasó a verme y revisó mi historial, me miro sorprendido. Me preguntó por qué razón quería tener un parto natural, más doloroso, prolongado, con más complicaciones (no sé quién o donde le habrá enseñado que una cirugía era más segura), etc. No me iba a poner a darle una explicación detallada de mis motivos, emocionales más que nada. Simplemente le conteste: porque sé que puedo, y ahorita no hay ninguna razón médica para que no sea así. La respuesta de ese gran médico fue: “muy bien, pues parirás con dolor”. Hizo algunas anotaciones en mi expediente sin volver a mirarme, lo cerró y se fue.

Y allí pasé la noche, en la última cama de la sala de partos, junto a otras 7 mujeres más. Unas programadas para cesárea, otras para legrado, pero ninguna en labor de parto como yo.

Esa noche dormí bien. Al amanecer tenía contracciones otra vez, pero me senté y dejaron de molestarme. Pasó un rato entre revisiones y cambio de turno y los chismes de las enfermeras otra vez. Allí es cuando comenzó todo. Las contracciones ya no se me quitaban como otros días cuando despertaba, la espalda comenzaba a dolerme cada vez más y solo tenía ganas de pararme, pero no me dejaron.

De vez en cuando pasaba algún medico joven, me checaba y se iba. Para las 9am tenía 4cm de dilatación y bastante incomodidad. Diría que si sentía dolor, pero bueno, era por lo que había esperado tantos años, así que ¡a aguantarlas! Cerca de las 10am el mismo doctor que me había hecho el comentario tan tonto volvió a acercarse, y me pregunto que si como iba, que solo tenía 4cm y no sucedía nada. Que considerara la cesárea, que en menos de una hora todo terminaría y no tendría que pasar por todo ese dolor. Me dijo que lo pensará que haría 3 cesáreas y para la 1pm estaría desocupado. Realmente lo consideré. Pensé que no era posible que mi cuerpo me fallara otra vez y no pude evitar llorar. En los hospitales públicos no permiten la entrada de nadie para estar con las mujeres en la labor de parto y aunque yo sabía eso les pedí que llamaran a mi esposo, yo no iba a tomar ninguna decisión sin hablar con él. Aunque mi decisión ya estaba tomada solo quería verlo para tomar fuerzas otra vez. Claro que no me permitieron verlo.

Allí es donde comenzó la fase del parto activo creo yo. Una vez que el doctor se fue las cosas pasaron muy rápido. Las contracciones comenzaron a ser más seguidas y duraban casi lo mismo. No se los tiempos porque no había nadie allí que me estuviera checando, de hecho parecía invisible. Escuche que no me revisarían porque yo había decidido hacer las cosas a mi modo así que estaba sola.

Después de medio día tuve una contracción realmente fuerte y sentí un líquido que salía,  cuando me levanté la bata vi que era sangre, pero muchísima. Se lo dije a uno de los residentes que estaba por allí y me comentó que era muy normal. En eso tuve otra contracción y más sangre, le enseñé la bata y le pregunté si eso era normal. Se acercó corriendo a verme y me dijo: “aquí está la cabeza del bebé, puja”. Se subió a la camilla mientras otras personas se acercaban y nos llevaban rápidamente a la sala de expulsión. Debo decir que apenas llegué y tres pujos después nació mi bebé.

Pensando en ese día, nada salió como esperaba. No pude ver a mi hijo de inmediato porque tuvo una complicación al nacer y tuvo que quedarse varios días en el hospital, llamado síndrome de aspiración de meconio. Quisieron hacer parecer que había sido por el tipo de nacimiento que tuvo, pero su pediatra y mi actual equipo de ginecólogos me dijeron que eso también le pasaba a niños que nacen por cesárea, no había relación entre una cosa y otra.

15 minutos después que mi bebé nació, llegó el doctor que me había ofrecido la cesárea y me dijo “que pasó, ¿por qué no me esperaste?” no le di un golpe porque no podía levantarme en ese momento.

En general, sé que mi experiencia no es muy diferente a la de muchas mujeres que diariamente tienen que tener a sus bebés en cualquier hospital público, donde la violencia obstétrica es más común y menos maquillada que en los privados. Al final mi bebé nació a mi manera y si me preguntan cuál experiencia prefiero, diré que mil veces un parto vaginal.

Actualmente estoy embarazada por tercera vez, ahora con una niña, cerraremos la familia con broche de oro, más bien, con moño rosa. Ahora tengo no solo una buena doctora, sino que además es doula certificada. Ya inicié mi plan de parto y a visualizar la llegada de mi muñeca, ¿y adivinen qué? Todo indica que vamos por un parto natural y más importante, humanizado.

Decreto oficial promueve la lactancia materna. ¿Estamos celebrando demasiado pronto?

I. Las noticias.

El pasado 3 de Abril entró en vigor una ley que promueve la lactancia, decían los encabezados, y en Crianza Alternativa lo consideramos una excelente noticia. Leí la nota de La Jornada con tanto entusiasmo que no reparé en lo escueto de la redacción, estaba muy ocupada celebrando. ¿Celebrando qué? Lo que entendí, lo que dije al principio de éste párrafo: hay una nueva ley que promueve la lactancia.

Llevo ya un par de días tratando de escribir este post (no dos días completos, lo confieso, sólo unos fragmentos del día) y no termino de aterrizarlo porque no termino de entender qué es lo que realmente implica ésta noticia. Leí más notas al respecto, leí el decreto mismo, comparé el antes y después de los artículos reformados en las 7 leyes que atiende, consulté algunos foros legales y, luego de un arduo análisis y procesamiento de la información, concluí que está cabrón estar informado con tanta desinformación en el camino y habrá que pedirle a lxs expertxs que nos asesoren en el tema.

Por lo pronto, les paso lo que encontré, que se parece muy poco a lo que leí en aquella primera nota o las que leí después. En resumen:

- Ya se había establecido el fomento de la lactancia materna en la Ley General de Salud, se establece también en las otras leyes pertinentes con un sofisticadísimo copy-paste y se agrega que se debe incentivar como alimento exclusivo hasta los 6 meses y complementario hasta avanzado el segundo año de vida. Esto es importante porque no existía una definición legal de lo que debemos entender por “periodo de lactancia”, por lo que la empresa podía otorgar menos de 6 meses. Además, muchos pediatras tienen la idea de que la leche después de los 6 meses pierde su valor nutricional y pasa a ser innecesaria, difundir ésta información puede ser útil en esos casos.

- Se agrega el amamantamiento –y no sólo la lactancia- como parte de lo que se debe fomentar y capacitar.

- Antes las trabajadoras tenían derecho a dos descansos extraordinarios de media hora para amamantar o extraerse la leche manualmente, ahora pueden escoger entre eso o un descanso de una hora.

- La institución o dependencia deberá designar un lugar adecuado e higiénico para que la madre tome ese descanso. Según yo –y muchos otros- eso quiere decir que la empresa debe acondicionar un lactario, uno de los aspectos que más se han celebrado de este decreto, pero en un foro encontré que  no quiere decir que tengan que acondicionar un lugar, sólo designarlo; el empleador puede designar la casa de la trabajadora si le parece y dejarla llegar una hora tarde o irse una hora temprano (el descanso extraordinario del punto anterior) para amamantar allá sin que haya repercusiones legales. Cuando se menciona que las empresas o dependencias tienen hasta el 15 de Abril del 2015 para hacer los cambios necesarios, se da por hecho que es la fecha límite para que adecuen un espacio físico dentro del lugar de trabajo, pero no me queda claro si ésto es así. Este tema seguro se seguirá discutiendo.




Mamá trabajadora en el primer lactario en una empresa que se abrió en Perú.


- En la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes se agrega la capacitación y fomento de la lactancia en el periodo ya mencionado como parte de su derecho a la salud.

- En la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia se establece el impedimento a las mujeres de llevar a cabo el periodo de lactancia previsto en a ley como una forma de violencia laboral.

- En algunas notas se menciona que las mujeres tendrán un mes de descanso antes de la fecha aproximada de parto y dos meses después, pero no mencionan que esto no es un cambio del decreto sino que ya estaba establecido y sólo aplica a las trabajadoras del estado. El resto de las mortales seguimos contando con seis semanas antes y seis después.
- Dato curioso: en dos de las leyes dice que nos deben dar una canastilla al nacer el hijo y, hasta donde yo sé, nos dan pura madre (see what I did there?). Alguna vez en fb estuvo circulando info sobre la canastilla que dan en Finlandia, textos, fotos, amargas quejas tercermundistas y anhelos ya resignados de que algún día lxs mexicanxs tuviéramos algo así, qué inesperado que las leyes nos lo concedan y nomás no haya quién las haga valer.



La canastilla finlandesa como la que (posiblemente nunca) nos van a dar, llena de ropita y accesorios, también se puede usar como moisés para dormir al bebé.

En otra buena noticia, el Lunes 7 de Abril se presentaron dos iniciativas proponiendo un sistema de licencias parentales que incluyan: licencia por maternidad de 45 días previos y 90 posteriores (sí, 3 meses); que sea el mismo periodo para todas las trabajadoras, no solamente las del estado; que se respeten esos 135 días en caso de un parto prematuro; licencia por paternidad de 30 días con goce de sueldo y licencia en caso de adopción, para que el bebé cuente con todos los cuidados que requiera. Esto apenas es una propuesta pero ojalá que pase: las licencias de maternidad, entre más se extiendan, más ayudan a la lactancia y tiempo con los hijos es lo que más se requiere para una crianza natural.

Podemos celebrar, entonces, que el tema esté cobrando fuerza, que se consideren perspectivas diferentes a lo establecido, pero todavía queda mucho por hacer. De hecho, creo que apenas está empezando algo y en materia de fomentar, capacitar, apoyar y proteger la lactancia, queda todo por hacer. 

II. Mi experiencia.
Cuando nació Ivanna, yo estaba decidida a darle pecho por decreto familiar. La modernidad con sus fórmulas sucedáneas de la leche materna nunca llegó a las comunidades rurales de donde viene mi familia, cuando llegó fue rechazada por falta de aculturación previa, así que fui de las pocas mujeres en estos tiempos que tuvo el privilegio de recibir el conocimiento ancestral sobre la lactancia como se hacía antes del internet, de generación en generación. ¿Qué me enseñaron? Que la leche materna es lo mejor que le puedo dar, que duele al principio pero esa no es razón para rendirse y que trabajar tampoco es pretexto para no darle, "que no se te cierrre el mundo". Regresé a trabajar a los 42 días armada con mi voluntad y un extractor manual de 20 pesos, que era todo lo que podía costear en el momento.

Trabajaba en un call center, un trabajo que conseguí de milagro cuando ya tenía 3 meses de embarazo. No era el trabajo de mis sueños, pero en su momento fue mi salvación, estaba profundamente agradecida de tenerlo, por un lado, y frustradísima de realizar aquél trabajo repetitivo, quemacabezas, por otro. No era la única frustrada, todxs mis compañerxs estaban igual, teníamos una buena relación que hacía llevaderas las ocho horas que pasábamos ahí, mucha plática, mucha risa, música, comida, pero no hubiera chance de tirar hueva porque ahí se complicaban las cosas. Esa era la manzana de la discordia, todos buscábamos la oportunidad de descansar un rato y odiábamos al que lo hacía porque nos obligaba a trabajar a todos los demás. Los descansos, las salidas temprano, los permisos, eran muy codiciados. Cuando llegué con la novedad de que necesitaba, no uno, sino DOS descansos extraordinarios para extraer mi leche, causó mucho descontento, por no decir que se encabronaron dos o tres.

Así, no tuve que lidiar con los patrones, sino con los otros empleados. De entrada, la supervisora me dijo que no, lo descartó con harta arrogancia y hasta se burló. Obvio, logramos la atención del resto y todos celebraron, secretamente, que me hayan mandado al carajo. Pero yo tenía una misión más grande que esa envidia mezquina, más grande que su arrogancia y hasta más grande que mi mismísimo ego herido. Había tenido que esforzarme mucho para establecer la lactancia, no producía ni una onza de más, no tenía reservas, iba al día, y no iba a permitir que esta hija de vecina me arruinara el plan.

No estaba segura de la información que tenía, pero le hablé como si fuera experta en derecho laboral para que no se me notaran los nervios: no, pues si no te estoy pidiendo permiso, mamacita, te estoy avisando, en la Ley Federal del Trabajo dice que tengo derecho a dos descansos y si no me crees, nos arreglamos en Conciliación y Arbitraje; habla con tus jefes si quieres, pero yo me tomo quince minutos a las dos horas de haber llegado, y otros quince minutos cuatro horas después, y eso por consideración a ustedes, porque por ley me toca una hora en total y sólo voy a tomar la mitad.

Acto seguido, me puse a buscar la Ley Federal del Trabajo, porque nomás me lo habían platicado, no fuera a ser falso, y una vez más me quedó muy claro que -como dice la compañera Paulina- información es poder. Supongo que ella hizo lo mismo porque no me volvió a decir que no, pero su actitud cambió muy poco, me trataba de desanimar con los inconvenientes: ¿pero dónde lo vas a hacer? Fuchi el baño y ni modo que te saques las tetas en el comedor. Además, ¿vas a andar cargando todo ese equipo todos los días?

Como dije, mi misión era más grande.

Empecé en el baño, no funcionaba muy bien porque no había mucho espacio para poner las cosas. Luego lo intenté en mi cubículo, pero un tipo me hizo sentir incómoda porque parecía que se quería asomar, nunca supe de seguro si lo hizo para verme o realmente tenía que alcanzar algo en su cubículo, pero tampoco me iba a poner a averiguar, me hizo sentir incómoda y eso fue suficiente. Conseguí autorización para irme al cuarto piso, que no se usaba. Limpié un lugarcito, lo hice mi espacio, no era difícil ignorar el resto del piso, lleno de muebles abandonados y kilos de polvo, tenía un lugar privado para extraer mi leche y eso me bastaba.

Un día bajé de ordeñarme, como cariñosamente le decían, y el supervisor del otro turno me dijo que los del control room traían un relajo porque quién sabe que vieron en las cámaras del cuarto piso. Se me cayeron los calzones, se me fue la sangre a los pies y pasaron en mi mente todas las veces que anduve bien oronda prendiendo o apagando luces, limpiando algún derrame con una chichi de fuera, o las dos. Decir que me sentí mortificada es poco. Quería esconderme en un hoyo en la tierra y creo que lo hubiera hecho si no tuviera que seguir amamantando. 

Afortunadamente, todo fue una broma, pero sirva para remarcar la importancia de tener un lugar que cuente con las condiciones necesarias de salubridad y privacidad para extraer la leche. De por sí no es fácil!! Todo el apoyo que se nos pueda dar es necesario.

Requirió un esfuerzo constante, diario cargaba mi equipo y bolsas de leche del trabajo a la casa, mi reserva siempre fue de un día y vivía con la preocupación constante de no producir suficiente leche, pero siempre produje justamente la cantidad que necesitaba, si no me sobraba, tampoco me faltó. Con el tiempo se hicieron a la idea de mis descansos, aunque había inconformidades de vez en cuando. Empatizo con mis compañeros porque yo también envidiaba los descansos de otros, así que no les guardo rencor. La situación con la supervisora también se calmó, hasta me consiguió un extractor eléctrico portátil que se encontró nuevo en el sobrerruedas en 50 pesos, creo que lloré cuando me lo dio, me fue terriblemente útil. 

Me queda como aprendizaje que introducir cambios así -en el trabajo o cualquier otro ambiente- siempre va a generar resistencia, pero esa no es razón para rendirse, es razón para informarse mejor, lo que ya de por sí es un reto; compartir la información con otras trabajadoras y cualquier otra persona que la necesite ya que, al parecer, los empleadores tampoco están muy educados en el tema; y buscar soluciones creativas hasta lograr nuestro objetivo, que no se nos cierre el mundo.


Algún día veremos ésto por todos lados.



"Mami, no quiero, no me obligues"

Desde que era un bebé, Isaac no se quedaba contento en los brazos de nadie más que en los míos o los de su papá, lloraba cuando alguien más lo cargaba y me estiraba los brazos para que lo tomara de nuevo. Siempre ha sido un niño muy precavido y hasta tímido cuando está frente a una situación nueva. Cuando comenzó maternal fueron semanas y semanas de llanto y gritos al dejarlo en la escuela… lo cual luego se convirtió en felicidad, besos y despedidas. Ahora que tiene 6 años, lo conozco, sé cuánto le gustan las actividades nuevas pero también cuánto se resiste a empezarlas. Algunas personas dicen que eso “no es normal”, que es “ansiedad, inseguridad o temor”, pero yo conozco a mi hijo y sé que desde que era un bebé así es su carácter y  que es mi trabajo como su mamá sacar lo mejor de él. Además, esa timidez le suele durar muy poco, en un abrir y cerrar de ojos ya está adaptado, confiado y feliz.

La experiencia más difícil la tuvimos cuando comenzó sus clases de Tae Kwon Do el año pasado. Su papá y yo decidimos que necesitaba ir a una actividad deportiva fuera de la escuela para convivir con otros niños y liberar un poco energía, primero su papá lo llevó al fútbol; siempre en casa le encanta jugarlo pero estando ahí le dijo a su papá que no quería, que ya se quería ir y que no le gustaba el fútbol. Su papá accedió y no regresaron.

Le preguntamos si quería hacer Tae Kwon Do y dijo que sí, así que le buscamos una clase y fuimos. Yo lo llevé y desde que llegamos se enredó en mis piernas y no quería saber nada de la maestra, de los niños, de los juegos, solo se quería ir. Le dije que me quedaría con él a ver la clase y que hasta la otra se iba a quedar solo y dijo que estaba bien. La maestra lo invitó, lo llamó, pero él no quería escuchar, no se despegaba de mí. A la siguiente clase, antes de ir le ofrecí mil premios si hacía bien su clase pero fue lo mismo, un día más lo amenacé con mil castigos pero eso no pareció importarle, él insistía en pasar la hora completa pegado a mí sin querer hacer caso a la maestra ni atender las invitaciones de los otros niños, y yo no podía pensar en dejarlo e irme cuando el solo mencionarlo lo hacía estallar en llanto. Pasaron varias clases así, algunas veces lo llevó su papá y lo dejó ahí pero cuando yo iba por él la maestra me decía que no quiso hacer nada y solo esperó sentado. 

Llegó el momento en el que ya no sabía qué hacer, mentiría si dijera que no me frustré, no me enojé o no pensé en rendirme y dejar de “pasar vergüenzas”. Tal vez las actividades extracurriculares no eran para él… pedí consejos de todas mis amigas, maestras, familiares, lo que fuera. Platiqué con él, le pregunté por qué no quería, traté de ponerme en su lugar, no quería obligarlo si no le gustaba pero yo sabía cuánto lo iba a disfrutar si tan solo lograba que le diera una oportunidad… 

Fue entonces cuando se me ocurrió tomar la clase con él, pensé que si quería estar pegado a mí, y yo tomaba la clase, no tendría más opción que tomarla también. La clase es para niños pero hablé con la maestra quien muy amablemente me dijo que no había ningún problema. Así que ahí me ven, yo entre un grupo de pequeños tirando patadas y haciendo ejercicio. La primera clase, Isaac no quiso pasar, le daba risa verme “peleando” con los niños pero sé que él también quería estar ahí. Al terminar me dijo que ya quería tomar la clase y ponerse el equipo de pelea también. A la siguiente clase ya se animó y tomó la clase completa muy bien, empezó a jugar con los niños y a soltarse, y le encantaba que su mamá también estaba ahí, presumía que yo era la más fuerte y daba las mejores patadas;) Ya a la siguiente clase, él se quedó solo, por fin, me dijo adiós y tomó la clase con los otros niños. 

Pude respirar, me sentí aliviada, escucharlo decirme que le gusta mucho, que se divierte me da una satisfacción muy difícil de explicar. Diario me pregunta “¿hoy tengo tae kwon do?” y se alegra cuando sí. Sé que muchos niños empiezan actividades nuevas sin ningún problema, pero así no ha sido mi experiencia con mi hijo y me toca reconocerlo y trabajar para darle ese empujoncito que él necesita. Como papás nuestro camino está lleno de retos y dificultades y es importante saber que cada niño es diferente y lo que funciona con uno (o con todos!) puede no funcionar en tu caso específico. Por eso es importante ponerle atención al niño, buscar y ver qué es lo que necesita en el momento o para la situación y sobre todo, tratarlo con mucho amor y respeto porque aunque no entendamos a qué le teme o cuál es el problema, y sepamos que sus miedos o preocupaciones son completamente infundadas, él las siente reales.

Esta semana Isaac hizo su segundo examen de cambio de grado y ¡ya es cinta amarilla! Verlo desenvolverse durante el examen con tantos ojos en él me llena de orgullo; el profesor preguntó a los niños si estaban nerviosos y con toda seguridad él contestó "yo no". Hoy sé cuánto le gusta y me alegra no haberme rendido.

-ash