Historia de parto por mami invitada Brenda Gonzalez Quintero



Por mami invitada: Brenda Gonzalez Quintero

El escribir acerca del nacimiento de mis hijos lo siento como una responsabilidad hacia mis amigas que están en la espera de su primer bebé, hacia las mujeres de mi familia que ya tuvieron o apenas tendrán sus hijos, y hacia mí misma, para no olvidar nunca lo que es seguir mi propio instinto.

Hace 13 años exactamente nació mi primer hijo, Oscar. Yo apenas tenía 19 años y mi relación con el papá de mi bebé no era la mejor exactamente. Fueron tantas cosas pasando al mismo tiempo que nunca me detuve a pensar realmente lo que sucedía dentro de mi cuerpo y nada me preparó para lo que iba a suceder cuando a él se le ocurriera nacer.

Todo lo recuerdo como un sueño lejano, como si realmente no hubiera pasado. Iba a mis consultas, me hacía análisis, y pasaba los días entre la universidad, tareas, mi novio y la espera de que ya naciera. Nunca me preocupé por informarme acerca del parto, así que no sabía que esperar. Un día lunes, antes de ir a mis clases de inglés en la tarde, pasé a dejarle el resultado de mis análisis al doctor. Tenía 39 semanas y aunque el niño no se movía tanto, todo seguía normal, no tenía contracciones (ni siquiera las de Braxton-Hicks), ni nada que dijera que el niño ya iba a nacer, aun así el doctor me mandó al hospital. El niño ya estaba a término y si no tenía espacio para moverse no tenía caso seguir el embarazo. Así que allá fui, rumbo al hospital por recomendación de mi doctor que sabía lo que era mejor para mí y mi bebé, ¿no es así?

Cuando llegué no me preguntaron mucho, el doctor ya había llamado en lo que yo llegaba y les había dicho que hacer. Entré en un cuarto donde me pidieron que me quitara la ropa, me rasuraron, me hicieron tacto y todo sin preguntarme ni explicarme nada. Cuando llegaron los doctores (creo que aún eran estudiantes) me dijeron que me harían una cesárea.  Así nada más. Yo me quedé muy sorprendida y les pregunté por qué (error, ¿quién soy yo para preguntarle eso a un doctor?). El doctor me echó una mirada de molestia por mi pregunta y me dijo que el bebé ya no cabía, así que mejor lo sacaban de una vez. Yo le pregunté si era posible que me indujeran el parto pero respondió que sería muy largo y doloroso, que para que quería pasar por eso. Una cesárea sería más rápido y en 40 minutos ya tendría a mi bebé en brazos. La verdad es que yo no podía creerlo, estaba aterrada. Estaba sola, sin mi mamá, sin mi novio y no sabía que iba a pasar conmigo, sobre todo porque no era lo que yo quería y no sentía ningún apoyo de parte de los doctores. Finalmente les pregunté si podía irme a mi casa y esperar a que iniciaran las contracciones y tener a mi hijo de forma natural. El doctor me dijo que sí, pero que si el niño moría iba a ser por mi culpa, tendría que firmar unos papeles para deslindarlos a ellos y al hospital de cualquier responsabilidad. Pedí ver a mi familia, pero me dijeron que no (estuve en un hospital público) y que tomara una decisión pronto porque tenían muchas personas más que atender. Eso fue suficiente para aceptar la cesárea totalmente innecesaria, todo por la comodidad de los doctores. Que me dijeran que la vida de mi hijo corría peligro si esperaba a que naciera de manera natural, porque el cuerpo de la mujer no es apto para parir, debí de entender en esa ocasión.

Todo pasó rápido, y entre mi nuevo bebé y mis dramas personales, no le di importancia a lo que había pasado. El chiste era que mi bebé estaba sanito y en mis brazos, “haya nacido como haya nacido”.
Con el tiempo volví a la escuela, a mis clases de inglés, entré a trabajar y terminé mi relación con el papá de mi hijo, y el tiempo siguió su curso.  Una vez supe que era posible tener un parto vaginal después de cesárea (VBAC en inglés), aunque no tenía novio, me emocioné al pensar que tal vez yo pudiera si alguna vez volvía a tener otro bebé. Poco a poco empecé a leer y a buscar artículos en internet acerca del famoso VBAC. Incluso se lo mencioné a mi ginecólogo y me dijo que aunque si era posible, había muchas cosas en contra, me habló de desgarros, partos muy largos, dolorosos, bebés con sufrimiento fetal, en fin, una escena de horror prácticamente. 

Aun así, tenía la espinita enterrada en mi corazón, y aunque ya me había convertido en madre, quería sentirme una mujer completa, que a mi forma de sentir, el experimentar un parto real, era lo único que me faltaba.

El tiempo pasó y por fin conocí al hombre que hoy es mi esposo y juntos decidimos  unirnos como familia. Más que nunca sentí la necesidad de ser mamá a mi modo, me aferré a la idea como nunca a nada y lo más importante, mi esposo me apoyó incondicionalmente.

Cuando supimos que seríamos papás fue un momento muy emotivo y emocionante. Comenzamos a soñar y a hacer planes como toda pareja. Yo ya tenía a mi ginecólogo de hacía tiempo y aunque no le había mencionado mis locas intenciones de tener parto vaginal, yo asumí que eso le  cruzaría por la cabeza, por el tiempo transcurrido entre mi primer embarazo y este, que era de 10 años. Pero claro que no fue así, durante el ultrasonido a las 16 semanas me dijo: “bueno, todo está muy bien, entonces la cesárea te la haré así…”. A partir de allí ya no escuche lo que dijo. Le pregunté que por qué motivo tendría una cirugía, si acaso el bebé tenía una complicación o yo, o que pasaba. Y contesto que el motivo era únicamente la cesárea previa. Que no me preocupara, que todo sería muy rápido, fácil y como para mí.

Esa fue la última vez que fui con ese doctor.

Lamentablemente no encontré a nadie que me apoyara en ese momento, así que en vez de tener a mi bebé sola en mi casa (cosa que si me cruzó por la mente), decidí tenerlo en el seguro social, había escuchado que allí era muy común que dejaran prácticamente solas a las mujeres parir, incluso muchas tenían a sus bebés en las camillas y ellos ni en cuenta.

Después de firmar papeles deslindándolos de responsabilidades y reuniones con coordinadores, me dediqué a mantenerme saludable y no subir mucho de peso para el gran día. Visualicé tanto a mi bebé naciendo que no había más opciones, vendría al mundo a mi manera, mi Mateo, mi regalo de Dios.

Más de una semana antes el nacimiento de mi bebé tuve contracciones durante la noche, y al amanecer se me quitaban, lo que aumentaba mi ansiedad, pero decidí disfrutarlas y no luchar contra ellas. El martes 21 de junio tuve un desecho, el famoso tapón mucoso. Pensé que de allí todo sería cuestión de horas pero no, aún tendría que esperar varios días más.

El jueves 23 de junio tuve cita de revisión por la tarde. Seguía con un poco de contracciones pero fuera de ahí todo estaba tranquilo. Me dijeron que ya había comenzado a dilatar pero por mi cesárea previa no quisieron correr riesgo y me dejaron internada de una vez.
Al estar siendo atendida en un hospital público, se puede dar cuenta de la calidad de gente que se encuentra allí. Impacientes, sin sentido humano ni respeto de la privacidad y la vida de los pacientes que “cuidan”.

Debo decir que fui algo así como la estrella de la noche (para no decir la loca) que estaba en trabajo de parto después de una cesárea. Las enfermeras pasaban a mi lado y se detenían un poquito más adelante y escuchaba que decían “si, ella es”. Pero yo soy muy necia, y más me animaban a taparles la boca.
Cuando el médico en turno pasó a verme y revisó mi historial, me miro sorprendido. Me preguntó por qué razón quería tener un parto natural, más doloroso, prolongado, con más complicaciones (no sé quién o donde le habrá enseñado que una cirugía era más segura), etc. No me iba a poner a darle una explicación detallada de mis motivos, emocionales más que nada. Simplemente le conteste: porque sé que puedo, y ahorita no hay ninguna razón médica para que no sea así. La respuesta de ese gran médico fue: “muy bien, pues parirás con dolor”. Hizo algunas anotaciones en mi expediente sin volver a mirarme, lo cerró y se fue.

Y allí pasé la noche, en la última cama de la sala de partos, junto a otras 7 mujeres más. Unas programadas para cesárea, otras para legrado, pero ninguna en labor de parto como yo.

Esa noche dormí bien. Al amanecer tenía contracciones otra vez, pero me senté y dejaron de molestarme. Pasó un rato entre revisiones y cambio de turno y los chismes de las enfermeras otra vez. Allí es cuando comenzó todo. Las contracciones ya no se me quitaban como otros días cuando despertaba, la espalda comenzaba a dolerme cada vez más y solo tenía ganas de pararme, pero no me dejaron.

De vez en cuando pasaba algún medico joven, me checaba y se iba. Para las 9am tenía 4cm de dilatación y bastante incomodidad. Diría que si sentía dolor, pero bueno, era por lo que había esperado tantos años, así que ¡a aguantarlas! Cerca de las 10am el mismo doctor que me había hecho el comentario tan tonto volvió a acercarse, y me pregunto que si como iba, que solo tenía 4cm y no sucedía nada. Que considerara la cesárea, que en menos de una hora todo terminaría y no tendría que pasar por todo ese dolor. Me dijo que lo pensará que haría 3 cesáreas y para la 1pm estaría desocupado. Realmente lo consideré. Pensé que no era posible que mi cuerpo me fallara otra vez y no pude evitar llorar. En los hospitales públicos no permiten la entrada de nadie para estar con las mujeres en la labor de parto y aunque yo sabía eso les pedí que llamaran a mi esposo, yo no iba a tomar ninguna decisión sin hablar con él. Aunque mi decisión ya estaba tomada solo quería verlo para tomar fuerzas otra vez. Claro que no me permitieron verlo.

Allí es donde comenzó la fase del parto activo creo yo. Una vez que el doctor se fue las cosas pasaron muy rápido. Las contracciones comenzaron a ser más seguidas y duraban casi lo mismo. No se los tiempos porque no había nadie allí que me estuviera checando, de hecho parecía invisible. Escuche que no me revisarían porque yo había decidido hacer las cosas a mi modo así que estaba sola.

Después de medio día tuve una contracción realmente fuerte y sentí un líquido que salía,  cuando me levanté la bata vi que era sangre, pero muchísima. Se lo dije a uno de los residentes que estaba por allí y me comentó que era muy normal. En eso tuve otra contracción y más sangre, le enseñé la bata y le pregunté si eso era normal. Se acercó corriendo a verme y me dijo: “aquí está la cabeza del bebé, puja”. Se subió a la camilla mientras otras personas se acercaban y nos llevaban rápidamente a la sala de expulsión. Debo decir que apenas llegué y tres pujos después nació mi bebé.

Pensando en ese día, nada salió como esperaba. No pude ver a mi hijo de inmediato porque tuvo una complicación al nacer y tuvo que quedarse varios días en el hospital, llamado síndrome de aspiración de meconio. Quisieron hacer parecer que había sido por el tipo de nacimiento que tuvo, pero su pediatra y mi actual equipo de ginecólogos me dijeron que eso también le pasaba a niños que nacen por cesárea, no había relación entre una cosa y otra.

15 minutos después que mi bebé nació, llegó el doctor que me había ofrecido la cesárea y me dijo “que pasó, ¿por qué no me esperaste?” no le di un golpe porque no podía levantarme en ese momento.

En general, sé que mi experiencia no es muy diferente a la de muchas mujeres que diariamente tienen que tener a sus bebés en cualquier hospital público, donde la violencia obstétrica es más común y menos maquillada que en los privados. Al final mi bebé nació a mi manera y si me preguntan cuál experiencia prefiero, diré que mil veces un parto vaginal.

Actualmente estoy embarazada por tercera vez, ahora con una niña, cerraremos la familia con broche de oro, más bien, con moño rosa. Ahora tengo no solo una buena doctora, sino que además es doula certificada. Ya inicié mi plan de parto y a visualizar la llegada de mi muñeca, ¿y adivinen qué? Todo indica que vamos por un parto natural y más importante, humanizado.

3 comentarios:

  1. wow que bonita historia Brenda!! Las cosas no siempre sale como las planeamos pero te admiro mucho por tu valentía y por estar firme en tu decisión y escuchar tu cuerpo. Ahora tienes a dos niños hermosos y saludables. Te deseamos lo mejor para tu tercer parto y te felicitamos por ser una mami alternativa!!

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  2. Felicidades Brenda por la valentía de escoger lo que tú querías y pese a las dificultades haber logrado el objetivo. Los mejores deseos por tu nena que viene en camino.

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  3. siempre as sabido demostrar que eres una gran mujer que cree en si misma y que puedes lograr las cosas que te propones, eres un gran ejemplo a seguir, me enorgullece ser tu hermana.. ya veras que todo saldrá bien y como tu lo planeas...

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