Murciélagos, serpientes y leones.

Por azares de la lluvia, se va la luz. Ivanna está en casa, resfriada, con tos.

- ¡Nos quitaron la luz otra vez!
- No, hija, la otra vez nos cortaron la luz pero esta vez se fue.
- Nos portamos mal, por eso nos quitaron la luz -dice con plena certeza.
- No, hija, nos portamos bien pero está lloviendo y... (no tengo idea cómo explicarle) por la lluvia... (hago lo mejor que puedo) tal vez un transformador se descompuso en alguno de los postes.

Sé que no sabe lo que es un transformador ni lo que es un poste, mucho menos qué tienen que ver con la luz, pero me gusta decirle la neta hasta que llega el día en que llena esas palabras de conceptos y se da cuenta que no la trato como idiota. Además, como usualmente pasa, al no encontrar palabras que su mentecita pueda procesar, lo compenso acercándome a su cara, hablándole lento, marcando bien la pausa entre cada palabra y pronunciando con cuidado, that should do it.

Moví todos los interruptores como esperando que alguno sí prendiera, me quedé parada frente a la ventana como si el paisaje me fuera a explicar qué pasa y cómo solucionarlo. Ivanna se acerca por atrás de mí, ¿quién quiere una piñata? Un gancho de ropa es la cuerda y otro la piñata, le pego con un lápiz que encuentro a la mano mientras sigo pensando en lo de la luz, ella canta dale, dale, dale y tu tiempo se acabó. Me alegra que termine pronto porque sigo con el pendiente y quisiera un poco de paz para poder pensar más, mi hippie self no se ha manifestado para aprovechar el momento menonita y jugar con mi hija. ¡Ahora yo le pego!, dice. Canté victoria antes de tiempo.

Tú canta, mamá. Pues canto. Mientras, en el fondo de mi mente, sigo enfocada en el asunto este de la luz, ¿cuánto irá a durar? ¿y si dura hasta la noche? ¿dónde están las velas? Termina el asunto de la piñata, una cosa extraordinaria porque podemos jugar el mismo bit una y otra y otra vez por horas antes de que sea suficiente. Pero, sin previo aviso, Ivanna toma la piñata (o el gancho que hacía de piñata), dice: voy a prender la luz, tchik, e inmediatamente lo convierte en una linterna, igual que la cuerda que cuelga todavía de mi mano, mi compañera la prende por mí, tchik. Nuestro gesto se vuelve grave y no sé por qué empezamos a susurrar, caminamos de puntillas por la cueva, apuntando nuestras linternas a lo alto y de un lado a otro. La adrenalina nos corre por la sangre ante el peligro de lo desconocido, enfocamos la mirada, agudizamos el oído, sssssh...

Encontramos un huequito para escondernos, aquí nos podemos quedar, hay que apagar la luz para no atraer animales. Espera, ¿qué es ese ruido? ¡Murciéeelagooos! ¡Corre! Nos metemos a otra cueva, Ivanna conoce a una princesa de tres centímetros y desde entonces su imaginación lleva la batuta; hola, princesa, soy Ivanna, tengo 3 años. Yo podré ser ridícula, pero tengo modales: hola, princesa, soy Judith, tengo 31 años. Ivanna se asusta  cuando se da cuenta que aquí también hay murciélagos, salimos huyendo. Yo creo que se cansó de esconderse y correr porque llegando a la sala acomoda muy propiamente su linterna y dice: ¡pelea! Su gesto es de guerrera, con sus manitas muy tensas lanza unas bolas como de fuego, ¡es magia! Empiezan a caer murciélagos a diestra y siniestra, yo le entro a los golpes cuando me recupero de la impresión, pero con el puño cerrado porque yo no sé usar magia (obviously she´s the wizard in this quest). A puñetazos y patadas le ayudo a exterminar esas ratas aladas, los aniquilamos sin piedad. Ya los maté, dice, ¡y la princesa se me olvidó! Corre pero si en... rápido, sus pasitos apresurados me llenan de ternura, regresa con la misma prisa, cargando a la diminuta princesa entre sus manos, la guarda con cuidado en el bolsillo del suéter para que no se vuelva a perder. Ya la rescaté, mami.

Nuestros sofisticados ganchos no serán los juguetes más caros ni especializados que ha tenido, pero sirven como linternas, espadas, escopetas, con ellas seguimos cazando murciélagos, serpientes y leones, muchísimos leones, unos grandes, otros pequeñitos, pero todos muy feroces; vamos de una cueva a otra sorteando todo tipo de bestias y obstáculos hasta que encontramos en el piso algo sospechoso, sospechosísimo para ser Lunes porque la señora que limpia la cueva viene los Domingos y el piso debería estar impecable todavía. Luego de una extensa revisión, deducimos el origen de esta extraña sustancia: panecito. Es una pista que nos conduce al gran tesoro, una bolsa llena de azúcar refinada y carbohidratos en la forma de pastelillos procesados industrialmente ¡y es todo nuestro!

Ivanna comparte sus cupcakes de chocolate con Yuyi, su hermana, la leona imaginaria, yo casi pierdo un dedo por compartir con Ivanna mi pay de manzana, y estábamos por darle un pedacito a la princesa cuando vuelve la electricidad. ¡Se prendió la luz!, dice Ivanna. No te preocupes, hija ahorita la apago. No, mamá, voy a ver la tele, ¿ok?, ya me cansé.

Bah. Qué chafa, no había pasado ni una hora y se supone que la que quería que se acabara pronto era yo y la que no se cansa de jugar es ella, pfffft. Me quedé sin más opción que regresar a la vida ordinaria de una casa ordinaria con animalitos ordinarios y ganchos donde se cuelga ropa. Por lo menos hasta la próxima.

4 comentarios:

  1. qué hermosoooo!!! esas son las grandes dichas y los momentos más padres de la maternidad <3 ivanna es una niña muy especial

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  2. awww me encanto!!! y me encanta Ivanna!!

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  3. :D gracias, chicas! la verdad estuvo suave escribirlo, pero más suave jugar!! me siento súper cool de que me meta en su mundo de fantasía y ver cómo se desenvuelve, adoro a esa chamaca!!

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  4. Eres una belleza de ser, por eso tu hija es tan hermosa. Me siento muy orgullosa de ser tu amiga. <3 Te amo.

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