Mi historia sobre violencia obstétrica


Me pidieron que escribiera sobre mi historia sobre violencia obstétrica…

No sé a quién le escribo esto, si al personal de salud encargado de “atender” a esas mujeres que dan a luz o a la sociedad en general.

Mi embarazo fue hermoso, lo disfrute cada día así como fue; no cambiaría absolutamente nada, nada hasta el punto en el que empezó mi “labor de parto” pues aún sin estar lista me metieron a ese lugar lleno de otras mujeres embarazas, no sin antes pasar por esa persona que me dijo “que exagerada” y “muy emocional” al llorar porque mi hijo ya no traía el cordón en el cuello. "Disculpe si exageré al sentirme feliz de que mi niño corriera menos peligro al nacer".

Estando en ese lugar lleno de embarazadas, del cual no recuerdo el nombre, escuché a muchas mujeres llorando, gritando, lamentándose, quejándose, pocas éramos las que estábamos tranquilas.

El primer doctor que me atendió fue muy lindo, deseé que él se quedara conmigo todo el proceso; pero no. Por la noche llegó uno nuevo, se presentó y minutos después bajo el sonido de ese aparato que me permitía escuchar los latidos de mi bebé; se recostó en una de las camillas a mi lado derecho, al mismo tiempo lo hicieron 2 enfermeras, y se pusieron a roncar.

Ahí estaba yo en la madrugada, con ligeros dolores debido a la sustancia que me metieron para hacerme dilatar escuchando los ronquidos del personal de salud, sin poder si quiera dormir un poco.

Ya era otro día, no había dilatado nada, el Doctor Ronquidos se fue y vino otro doctor ¿mejor? No se si catalogarlo como mejor o “menos pior” pues enseguida me vio y me apodó como “la hipertensa” es curioso como dejas de ser una persona en ese lugar, pasas a ser algo menos que eso, un padecimiento.

Llegó el momento de dar a luz, de recibir a mi primer hijo; entré en shock cuando me dijeron que me meterían a quirófano para una cesárea. Lloré, estaba preocupada por mi bebé pues mi presión había estado elevada por varias horas.

Entré a quirófano, me pusieron la “inyección letal” justo en mi columna, me anestesiaron. Llegó el doctor y ordenó colocar un trapo entre mi abdomen y mi busto impidiendo mi visión. No podría ver a mi bebé nacer… Le pedí de favor que me hiciera la operación en horizontal a lo que me contesto: “ja ni que estuviéramos en un hospital privado” recuerdo que pensé “está bromeando” pero no, no lo estaba.

Nació Nicolás, lo apartaron de mí y mientras me cosían el abdomen escuchaba pláticas sobre bebidas alcohólicas. Cuando por fin terminaron me llevaron con él. Lo vi por primera vez y lloré, no lo podía creer.

Pasó el tiempo y sentía mucho sangrado vaginal, le dije a la enfermera y me contestó que era normal. A los minutos empezó a hacerme preguntas (las mismas que me hicieron miles de veces antes de entrar a parir), yo contestaba, todo era igual hasta el momento en el que me dijo que tenía el DIU (Dispositivo IntraUterino) puesto. Me sorprendí, le dije que cómo era posible eso si yo dije que me cuidaría con inyección cada dos meses, le habló al doctor y le dijo lo que le acababa de decir; él evadió todo y solo se dispuso a revisarme y después se fue.

No me dejaban hablar con mi familia, no podía verlos, no sabía nada de ellos.

Me sentía asqueada de todo eso, sentía que estaba en una fábrica de partos, pero una deshumanizada… como si la “rutina” hubiera consumido al personal e hiciera que se olvidaran de que tratan con personas. Me sentí violada al saber que no respetaron mi decisión sobre el método anticonceptivo que elegí y que SIN DECIRME me hayan colocado uno.

Lo único que quería era salir de ahí.

Estando en casa, después de todo lo que había pasado sabía a gloria; sin embargo, recordaba todo ese proceso y caía en una tristeza enorme.

¿Así debe ser? ¿Debemos de soportar malos tratos, violación de nuestros derechos y falta de respeto solo porque acudimos a una institución que nos brinda el servicio “GRATUITO”? Y lo pongo entre comillas porque lo pagamos todos con nuestros impuestos.

Sinceramente no cambiaría nada de mi embarazo pero sí cambiaría cosas de mi parto, me gustaría recordarlo con más amor y no con tanto rencor y coraje hacia ese doctor, hacia esa institución.

Espero que sepa ese estúpido doctor imbécil de mierda que lo odio con todo mi corazón y que espero verlo un día para decírselo en su cara, cuando esté lista lo buscaré e iré por él.

“Por algo pasan las cosas” así es, por algo pasan y ese algo es apoyar las leyes que sancionen la violencia obstétrica, conocer más de nuestros derechos y unirnos cuando estos no hayan sido respetados.

No nos quedemos con las manos cruzadas, el parto es nuestro y sabemos parir.

Por: Mami Cinthya

2 comentarios:

  1. TOTALMENTE identificada.....
    algo no está bien con los sistemas de salud públicos...
    saludos....

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  2. Aww que fuerte, es una triste realidad que por ser gratuito se denigre a la mujer que esta a punto de dar vida :/

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