Mi Historia de Violencia Obstétrica. Por: Karina Aguayo

Foto por Belelu.com de Pepe Flores.

Por: Karina Aguayo

Todo empezó el domingo 3 de febrero en la mañana, eran las 5:00 o las 6:00, mientras dormía la fuente se me había roto, así que el líquido amniótico hizo que me despertara, rápidamente desperté a mi esposo para que me llevara al hospital, en ese momento recuerdo que no me dolía nada en lo absoluto.

Una vez que llegamos a la clínica, un gran hospital que forma parte de una gran institución de salud pública(que muchos consideran erróneamente como gratuita),  me pasaron a una sala de espera donde un enfermero me indicó que me desvistiera y me pusiera una bata(¿Privacidad, dónde?), y una vez con ésta, me sentara a esperar junto con otras mujeres que estaban ahí, la gran mayoría muy asustadas y nerviosas, llorando o gritando, solas,  yo tenía mucho miedo, ya que mis gemelas tenían solamente 31 semanas de gestación, y sabía que estaban en peligro. Al fin mi turno llegó, me recibió en urgencias una ginecóloga que era bastante fría conmigo, me hizo un ultrasonido y sin previo aviso me hizo “el tacto”, ¡Con todo y uñas acrílicas!, al parecer lo encontró lo que buscaba ahí dentro, porque inmediatamente llamó a otro médico que también me hizo el tacto y empezaron a murmurar entre ellos, de ahí la ginecóloga me dio un papelito con la autorización para pasarme a “piso”, y un enfermero me llevó hasta “mi cama”, era un enfermero que se notaba estaba molesto, me hablaba en tono golpeado “está enojado porque le tocó trabajar en domingo” pensé(yo de tonta todavía justificando su actitud), y trató de ponerme la intravenosa, que por cierto tuvo que hacerlo otra enfermera ya que él no pudo hacerlo, me dejó acostada en mi cama y se fue, ya no volví a ver a mi esposo hasta las 5:00 pm(eran ya las 7:00 am para entonces).

Como a eso de las 10 de la mañana llegó un ginecólogo amable(creo que fue el único que me dijo “buenos días”), pero serio, indicándome que TENIA que estar acostada(nunca explicó por qué), y debía beber mucha agua, ya que ocupaban mi vejiga llena para poder hacerme el ultrasonido y checar el estado de mis bebés, como a eso de las 11:00 am llegó un camillero con una silla de ruedas para llevarme a la zona de ultrasonidos, que estaba ubicada en la planta baja, ahí esperé, sola(porque el camillero se fue a platicar con una chica de limpieza) al lado de un contenedor con ropa sucia, estuve ahí  hasta las 2 de la tarde que fue  cuando me hicieron pasar para el ultrasonido y ahí me enteré de algo terrible, “acá abajo hay otro producto” dijo el técnico al médico que estaba ahí con él, “¡Oh sí! Pero no tiene latido” decía el médico, yo solo los veía sin poder decir nada, había otro bebé, pero ya no estaba vivo. Todas las ecografías y nunca había salido, yo solamente me limité a contener el llanto.

Una vez que Salí de ahí el médico me indicó que cuando llegara el jefe de cirugía le entregara un papel que me dio junto con el ultrasonido, era la petición para que me practicara una cesárea de emergencia “¡Pues ya trae infección señora! A ver si no dañó a sus bebes” me lo decía en un tono, que me hacía pensar que esa situación era mi culpa, al subir a mi cama le di el papel al jefe de cirugía quien puso la autorización para una cesárea de emergencia esa noche (sí, ya no vi a mi esposo a las 12, sino hasta las 5 de la tarde, en la segunda visita), debo también destacar que llegué sin contracciones, pero en cuanto me pusieron la intravenosa las contracciones empezaron y muy fuertes, ya para las 5 de la tarde cuando llegó mi esposo sentía que me partían a la mitad, y cuando se fue, ¡Nunca me había sentido tan sola! No había nadie que conociera, solo pensaba en mis bebés, en mi hijo de seis años que se había quedado en casa, me dolía la espalda horrible y tenía mucho frio, recuerdo que a las 6 me pusieron no sé qué en la intravenosa, y luego después también a las 12:00 am, nunca me dijeron cuál era ese medicamento o para qué servía, solo sé que cada que me lo ponían me dolía más y más la espalda , el vientre y las piernas, el día lunes 4 de febrero a las 8 de la mañana después de 6 tactos de 3 médicos diferentes, enfermeras molestas y prepotentes, llegó un nuevo doctor, este también llego con un genio terrible, tomó la tabla con mi información, la leyó y dice “¿Cómo están los bebes?” yo solo me le quedé mirando sorprendida y dije “no sé”, “¿Cómo que no sabe señora? ¿No ha pedido información o qué?” me dijo levantando la voz y regañándome, yo con la voz baja le dije que aún no nacían y todavía me dice el muy idiota “¡Aquí dice que se le practicarían un cesárea a las 10 de la noche!”(Sí, se les olvidó que yo estaba ahí) yo solo moví la cabeza diciendo no, inmediatamente salió corriendo con el jefe de cirugía para que me pasaran al quirófano lo antes posible, me llevaron a un área completamente estéril, me cambiaron la bata, y de nuevo por enésima vez a contestar las mismas preguntas una y otra vez “¿A qué edad tuvo su primera relación sexual? ¿Su primer hijo? ¿Con qué se va a cuidar? Etc.” (Por cierto, ahí también me enteré de que el “enfermero” que me llevo a piso cuando llegué tenía instrucciones de aplicarme un medicamento para madurarles los pulmones a las bebés, cosa que no hizo). Acá me recibió el cirujano y el pediatra, éste último acompañado de  un residente de pediatría, el cirujano me indico que como estaba rota la fuente y había infección se haría una cesárea de emergencia, y el pediatra me indicó que el recibiría a mis gemelas pero me dijo algo que nunca se me va a olvidar “por el tamaño de los bebes y el tiempo de gestación, lo más probable es que no vayan a sobrevivir, así que no se haga muchas ilusiones”, y volteando a ver al residente dijo “Yo recibo al que nazca más mal y tú al otro” esas palabras me desmoronaron y entre llorando al quirófano mientras mi cabeza seguía repitiendo que todo eso era mi culpa.

Ya en el quirófano, literalmente podía escuchar mis latidos, la tela azul no me dejaba ver lo que ocurría, y mis brazos estaban atados a las orillas de la mesa de operaciones, los médicos y enfermeras platicaban de tontería y media, yo solo sentía las lágrimas en mi cara, y la escuché, a mi niña que lloraba muy fuerte, no me dejaron verla y se la llevaron, 5 minutos más tarde nació la segunda bebé, pero ella no lloró, yo solo vi que los médicos y enfermeras salieron rapidísimo del lugar con la bebé en una incubadora, y finalmente el medico dijo “ahí está” un feto de 24 semanas de gestación, muerto, la causa de la infección que provocó la ruptura de la fuente, por la cual yo me sentía responsable, luego la enfermera leyó “doctor, aquí esta una autorización para una salpingoclacia”(yo la pedí, ya que con tres hijos era suficiente para mi), y volteó a verme “¿Segura que quiere operarse? ¿Y qué tal si éstas no se logran?”(Refiriéndose a mis hijas), me dieron ganas de matar a esa mujer por ese comentario, entre lágrimas yo solo le dije que solo siguiera la orden en el papel, ¿pasar por eso otra vez? ¡Nunca más!

Una vez terminado el proceso me llevaron a recuperación, donde el médico encargado no sabía nada de mis hijas, “Duérmase señora, tiene que descansar” ¿Descansar? ¿Sin saber nada de mis hijas? Imposible. En ese momento también llegó otra muchacha, de unos 18 años, llorando porque tampoco sabía nada de su bebita prematura. Una hora más tarde me pasaron de nuevo a mi cama, una vez ahí una enfermera me dijo, “A las 12 que llegue tú familiar le dices que te lleve a ver a tus bebés” yo le pregunté dónde estaban mis niñas y ella se limitó a decir “No sé, a la hora de la visita le preguntas al médico de cuneros” (yo ni sabía dónde estaban los cuneros). Así pasaron dos días más, donde yo no sabía nada de mis hijas, los estudiantes de medicina me subían la bata sin siquiera decir buenos días, me revisaban el sangrado y me hacían las mismas preguntas una y otra vez, mientras un médico los evaluaba, mi papá era quien me visitaba solo dos  horas al día(a las 12 pm y a las 5 pm) mientras mi esposo pedía informes de las bebés(también deberíamos hablar de cómo cosifican a los papás en estas situaciones) una estaba en cuidados intensivos conectada a un ventilador y la otra en cuneros, donde tenía que subir de peso y claro, no me dejaron amamantarla, a pesar de que pedí que me dejaran meter un saca leche para guardarla para mis bebés, no me lo permitieron, le dieron formula a mis dos hijas. Hasta el día que me dieron de alta, el miércoles 6 de febrero pregunte si el hospital tenia banco de leche, la enfermera me miro con cara de sorpresa y me indicó que si pero “Mija, tienes dos, no te va alcanzar la leche”, aguatándome todas las palabras que pasaban por mi mente solo le dije que no importaba, que me dijera dónde estaba el banco de leche del hospital, ella con una mueca me dio un papel con las instrucciones para ir a nutrición a dejar mi leche.… con ese recuerdo me despedí de ese hospital, sin mis hijas, devastada y preocupada ya que tenía que esperar hasta la hora de visita(a las 5 de la tarde) para poder verlas, y a través de un cristal(no te dejan tocar a tu bebé cuando está hospitalizado)…
Probablemente piensen que exagero al decir que viví violencia obstétrica, pero al momento de que un médico te trata como un simple número, o no te dan la información correcta, te administran medicamentos sin autorización, te juzgan,  te critican o te dicen cosas de una forma hiriente ya es un tipo de violencia, en mi estancia durante el nacimiento de mis hijas me sentí sola, juzgada, criticada y culpable, yo pensé que era yo quien provocó la infección, la muerte del feto de 24 semanas y el nacimiento prematuro de mis niñas, los comentarios y los gritos de los médicos y enfermeras(que ojo, no fueron todas, pero si la mayoría), me hicieron incluso creer que no merecía ser madre.

Aunque no se justifica la actitud y la situación de la que fui víctima(esa palabra no me gusta), también he de entender, como amiga de médicos y enfermeras que laboran en instituciones de salud pública, hay muchas deficiencias en las condiciones en las que laboran, ese lunes que nacieron mis hijas había clases de los internos y residentes, me di cuenta de algo, desde la universidad les enseñan a tratar a las personas como simple números, a las madres como incubadoras y a los padres como inútiles, les enseñan a ponerle apodos y etiquetar a las personas y les enseñan a no ser humanos, creo que el problema empieza desde la universidad, el internado y la residencia de los futuros médicos, no es justo todo lo que viven las madres, y tampoco es justo para los médicos y enfermeras que los hagan convertirse en seres inhumanos.


Para mí ha sido muy difícil superar esto, lo confieso, me duele mucho saber que el nacimiento de mis gemelas no haya sido una buena experiencia, y que el recuerdo no sea positivo, no quiero que sea así para nadie más, no quiero que las mujeres tengan que pasar por estas situaciones, y los médicos y enfermeras necesitan mejores condiciones de trabajo, mejor educación, y más apoyo para los que si desean respetar al parto, a la madre y al bebé.

Mi historia sobre violencia obstétrica


Me pidieron que escribiera sobre mi historia sobre violencia obstétrica…

No sé a quién le escribo esto, si al personal de salud encargado de “atender” a esas mujeres que dan a luz o a la sociedad en general.

Mi embarazo fue hermoso, lo disfrute cada día así como fue; no cambiaría absolutamente nada, nada hasta el punto en el que empezó mi “labor de parto” pues aún sin estar lista me metieron a ese lugar lleno de otras mujeres embarazas, no sin antes pasar por esa persona que me dijo “que exagerada” y “muy emocional” al llorar porque mi hijo ya no traía el cordón en el cuello. "Disculpe si exageré al sentirme feliz de que mi niño corriera menos peligro al nacer".

Estando en ese lugar lleno de embarazadas, del cual no recuerdo el nombre, escuché a muchas mujeres llorando, gritando, lamentándose, quejándose, pocas éramos las que estábamos tranquilas.

El primer doctor que me atendió fue muy lindo, deseé que él se quedara conmigo todo el proceso; pero no. Por la noche llegó uno nuevo, se presentó y minutos después bajo el sonido de ese aparato que me permitía escuchar los latidos de mi bebé; se recostó en una de las camillas a mi lado derecho, al mismo tiempo lo hicieron 2 enfermeras, y se pusieron a roncar.

Ahí estaba yo en la madrugada, con ligeros dolores debido a la sustancia que me metieron para hacerme dilatar escuchando los ronquidos del personal de salud, sin poder si quiera dormir un poco.

Ya era otro día, no había dilatado nada, el Doctor Ronquidos se fue y vino otro doctor ¿mejor? No se si catalogarlo como mejor o “menos pior” pues enseguida me vio y me apodó como “la hipertensa” es curioso como dejas de ser una persona en ese lugar, pasas a ser algo menos que eso, un padecimiento.

Llegó el momento de dar a luz, de recibir a mi primer hijo; entré en shock cuando me dijeron que me meterían a quirófano para una cesárea. Lloré, estaba preocupada por mi bebé pues mi presión había estado elevada por varias horas.

Entré a quirófano, me pusieron la “inyección letal” justo en mi columna, me anestesiaron. Llegó el doctor y ordenó colocar un trapo entre mi abdomen y mi busto impidiendo mi visión. No podría ver a mi bebé nacer… Le pedí de favor que me hiciera la operación en horizontal a lo que me contesto: “ja ni que estuviéramos en un hospital privado” recuerdo que pensé “está bromeando” pero no, no lo estaba.

Nació Nicolás, lo apartaron de mí y mientras me cosían el abdomen escuchaba pláticas sobre bebidas alcohólicas. Cuando por fin terminaron me llevaron con él. Lo vi por primera vez y lloré, no lo podía creer.

Pasó el tiempo y sentía mucho sangrado vaginal, le dije a la enfermera y me contestó que era normal. A los minutos empezó a hacerme preguntas (las mismas que me hicieron miles de veces antes de entrar a parir), yo contestaba, todo era igual hasta el momento en el que me dijo que tenía el DIU (Dispositivo IntraUterino) puesto. Me sorprendí, le dije que cómo era posible eso si yo dije que me cuidaría con inyección cada dos meses, le habló al doctor y le dijo lo que le acababa de decir; él evadió todo y solo se dispuso a revisarme y después se fue.

No me dejaban hablar con mi familia, no podía verlos, no sabía nada de ellos.

Me sentía asqueada de todo eso, sentía que estaba en una fábrica de partos, pero una deshumanizada… como si la “rutina” hubiera consumido al personal e hiciera que se olvidaran de que tratan con personas. Me sentí violada al saber que no respetaron mi decisión sobre el método anticonceptivo que elegí y que SIN DECIRME me hayan colocado uno.

Lo único que quería era salir de ahí.

Estando en casa, después de todo lo que había pasado sabía a gloria; sin embargo, recordaba todo ese proceso y caía en una tristeza enorme.

¿Así debe ser? ¿Debemos de soportar malos tratos, violación de nuestros derechos y falta de respeto solo porque acudimos a una institución que nos brinda el servicio “GRATUITO”? Y lo pongo entre comillas porque lo pagamos todos con nuestros impuestos.

Sinceramente no cambiaría nada de mi embarazo pero sí cambiaría cosas de mi parto, me gustaría recordarlo con más amor y no con tanto rencor y coraje hacia ese doctor, hacia esa institución.

Espero que sepa ese estúpido doctor imbécil de mierda que lo odio con todo mi corazón y que espero verlo un día para decírselo en su cara, cuando esté lista lo buscaré e iré por él.

“Por algo pasan las cosas” así es, por algo pasan y ese algo es apoyar las leyes que sancionen la violencia obstétrica, conocer más de nuestros derechos y unirnos cuando estos no hayan sido respetados.

No nos quedemos con las manos cruzadas, el parto es nuestro y sabemos parir.

Por: Mami Cinthya